...pero en lugar de hacer eso he decidido ponerme a escribir, que es lo único que me apetece ahora. Llevo ya varios días aplazando el momento de ponerme a estudiar y justo ahora que me había puesto delante de los apuntes me han venido mil cosas a la cabeza y necesitaba escribirlas para que no se me quedaran metidas en el coco demasiado tiempo. Cuando escribo mis obsesiones me libero de ellas. No las olvido, pero dejan de ser una carga constante.
Últimamente pienso mucho en todo, sobre todo en mi vida, en qué voy a hacer con mi vida. En dos semanas vuelvo a España por vacaciones, un mes después vuelvo a Coleraine a agotar las dos semanas de residencia que tengo pagadas y… ¿a partir de entonces qué? ¿Vuelvo a España y busco curro allí? ¿Me quedo en Coleraine y busco aquí el trabajo? ¿Y si no encuentro curro en ningún lado? Son preguntas que están girando en torno a mí como satélites todo el día. Y lo peor es que no sé lo que quiero. Cualquier decisión tiene demasiados pros y contras y no soy capaz de decidir nada concreto. Por otro lado, pienso que lo que tendrá que venir vendrá me preocupe o no. Tal vez la decisión aparezca en mi cabeza una mañana sin más y sepa qué es lo que quiero hacer. Al final la decisión no la tomaré yo, sino mis circunstancias. No sé. En realidad es lo único que puedo hacer: relajarme y dejarme llevar, que es la única manera de disfrutar de verdad la vida.
lunes, 29 de noviembre de 2010
martes, 23 de noviembre de 2010
Coleraine
Acabo de llegar a casa, son las dos y media de la madrugada. He venido caminando desde el pueblo de al lado. He pasado más de media hora andando solo por la orilla de la carretera. La temperatura era de unos cero grados centígrados y el suelo estaba congelado, por lo que tenía que andar con cuidado para no resbalar y caerme, pero no tenía frío. Debe ser que mi cuerpo ya se ha acostumbrado a esto. Mientras avanzaba iba mirando al cielo. La luna estaba llena y lo alumbraba todo de tal modo que no necesitaba farolas para saber donde pisaba en cada momento. El cielo estaba un poco nublado, pero las estrellas brillaban tanto que se podían distinguir a través de las nubes como si se encontrasen tras una cortina casi transparente. No tenía un coche que me refugiase del frío y me llevase rápido a casa, sin embargo me he sentido libre. He mirado a mi alrededor y he visto los campos irlandeses alumbrados por la luz de la luna. Ésta les daba un color plateado y los convertía en un entorno mágico que me ha hecho sonreír. Mientras caminaba he pensado en todo lo que he vivido aquí. Me resulta extraño pensar que en unas semanas ya no estaré en Coleraine. Se acabarán las tardes de sábado bebiendo sidra en Old Mill Grange, los jueves por la noche en el Springhill, los paseos por la playa de Portrush, el pastel de zanahoria, los atardeceres a las 4 de la tarde, tener que encargarme de lavar la ropa y hacer la compra, Diego, Greg, Ángela, Ana, Marta, Rafa, Fany… Se acaban muchas cosas para mí y toca volver a casa. Quién me iba a decir a mí hace tres meses que iba a tener miedo de volver a la vida real. Echo de menos muchas cosas, pero realmente me asusta pensar que lo que se ha convertido en mi vida en los últimos meses va a desaparecer de repente, como si nada de todo esto hubiese ocurrido y sólo hubiera sido un sueño agradable en medio de la noche…
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