Acabo de llegar a casa, son las dos y media de la madrugada. He venido caminando desde el pueblo de al lado. He pasado más de media hora andando solo por la orilla de la carretera. La temperatura era de unos cero grados centígrados y el suelo estaba congelado, por lo que tenía que andar con cuidado para no resbalar y caerme, pero no tenía frío. Debe ser que mi cuerpo ya se ha acostumbrado a esto. Mientras avanzaba iba mirando al cielo. La luna estaba llena y lo alumbraba todo de tal modo que no necesitaba farolas para saber donde pisaba en cada momento. El cielo estaba un poco nublado, pero las estrellas brillaban tanto que se podían distinguir a través de las nubes como si se encontrasen tras una cortina casi transparente. No tenía un coche que me refugiase del frío y me llevase rápido a casa, sin embargo me he sentido libre. He mirado a mi alrededor y he visto los campos irlandeses alumbrados por la luz de la luna. Ésta les daba un color plateado y los convertía en un entorno mágico que me ha hecho sonreír. Mientras caminaba he pensado en todo lo que he vivido aquí. Me resulta extraño pensar que en unas semanas ya no estaré en Coleraine. Se acabarán las tardes de sábado bebiendo sidra en Old Mill Grange, los jueves por la noche en el Springhill, los paseos por la playa de Portrush, el pastel de zanahoria, los atardeceres a las 4 de la tarde, tener que encargarme de lavar la ropa y hacer la compra, Diego, Greg, Ángela, Ana, Marta, Rafa, Fany… Se acaban muchas cosas para mí y toca volver a casa. Quién me iba a decir a mí hace tres meses que iba a tener miedo de volver a la vida real. Echo de menos muchas cosas, pero realmente me asusta pensar que lo que se ha convertido en mi vida en los últimos meses va a desaparecer de repente, como si nada de todo esto hubiese ocurrido y sólo hubiera sido un sueño agradable en medio de la noche…
Entiendo esa sensación. Al igual que puede resultar duro separarse de la tierra natal, una vez has dado el paso y te has integrado en otro medio, es aún más duro desprenderse de este.
ResponderEliminarSolo decirte por experiencia que ese dolor, decrece, y que lo que al inicio será una continua melancolía, se convertirá en buenos recuerdos y grandes sonrisas.
Felices últimos días, y feliz vuelta a casa.