Me fui unos meses a vivir a miles de kilómetros de aquí y nada más bajarme del avión empecé a sentirme como en casa. Eché de menos a mi gente, pero me encontré con otra que siempre formará parte de mi vida aunque a muchos de ellos no los volveré a ver nunca más. He estado tres meses metido en una burbuja de amistad, locura y libertad, aislado del mundo real. En principio iba a aprender inglés, pero he aprendido mucho más. He aprendido a darle a las cosas la importancia que tienen, a no tomarme la vida tan en serio, a improvisar, a comerme el mundo, a no perder ni un solo día de mi vida, a mostrarme tal y como soy sin importarme lo que puedan pensar los demás... Llevo una semana en casa, reencontrándome con mi gente. Nada es extraño, todo está tal y como lo dejé. Antes de volver pensé que tal vez el regreso me iba a resultar raro, pero ahora que estoy aquí me alegro de haber vuelto. Realmente necesitaba ese tiempo fuera, aprender a manejar mi propia vida y volver con ese cambio en mí. Y sí, pase lo que pase a partir de ahora no pienso dejar escapar mi felicidad, la tengo bien agarrada.
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