miércoles, 23 de junio de 2010

el viajante del tiempo

Cuentan los más ancianos que una noche de verano una luz extraña comenzó a brillar sobre el mar, a unos metros de la playa. Era una especie de esfera incandescente que flotaba en el agua y parecía dirigirse hacia la orilla a un ritmo lento, movida por las olas. Aquella noche, la noticia se extendió rápidamente y todo el pueblo se apresuró a la arena de la bahía para ver aquel extraño fenómeno. La esfera tardó unas horas en tocar la arena y, cuando lo hizo, todo el pueblo la rodeó con curiosidad. Dicen que desprendía tanta luz que era imposible distinguir su forma exacta. Incluso llegaron a pensar que se trataba del sol, que por alguna razón se había caído del cielo y había ido a parar al mar, donde las olas lo habían arrastrado hasta la costa. De repente, un hombrecillo salió de su interior, vestido con un casco y un traje de color plateado.
-No tengan miedo –dijo al ver las caras de sorpresa-. Mi nombre es Ernesto y vengo del año 2163.
Ernesto les explicó que era un científico que estaba trabajando en los viajes a través del tiempo. Les contó la historia de cómo su nave se había quedado sin combustible, dejándolo atrapado en aquel momento de la historia. Cada uno de los habitantes del pueblo le ofreció cama aquella noche, todos querían tener a aquel viajante del futuro dentro de casa. Sin embargo, él rechazó cada una de las invitaciones, afirmando que debía estar junto a su nave cuando sus colegas fueran a rescatarlo en la nave de emergencia.
Los días pasaban y nadie aparecía en su rescate. Ernesto iba perdiendo la esperanza poco a poco, pero no se atrevía a alejarse lo más mínimo de su nave esférica por miedo a que sus compañeros no lo encontrasen. Y así pasaron los días, los meses, los años… El viajante del tiempo no volvió a salir nunca de la bahía. Fue perdiendo la cordura, al mismo ritmo que se deshacía de la esperanza, y murió solo, abrazado a su nave brillante, sobre la arena de la playa. Dicen que, con el paso de los años, los cielos han sido cada vez más frecuentados por esferas luminosas que aparecen en la oscuridad de la noche y segundos después se evaporan como por arte de magia. Tal vez se trate de los compañeros de nuestro viajante del tiempo en su búsqueda incesante o, quién sabe, del propio Ernesto en una de sus expediciones.

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