viernes, 17 de diciembre de 2010
Las cosas están así
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Quiero, no quiero
No quiero dedicar más días a algo que no me llena en absoluto.
Quiero reírme de verdad.
No quiero aburrirme y tener que fingir que me divierto.
Quiero estar donde me apetezca cuando me apetezca.
No quiero ver otro atardecer tras el cristal de una ventana.
Quiero formar parte de cada crepúsculo y ser testigo de cómo su luz anaranjada se va fundiendo lentamente.
No quiero que nadie me juzgue, ni juzgar a nadie por nada.
Quiero que os dejéis las malas intenciones en casa.
No quiero que me obliguen a creer en nada.
Quiero tener razones para creer en algo.
No quiero madurar porque es una forma de matar mi juventud.
Quiero seguir percibiendo la belleza donde muchos no pueden ver nada.
No quiero dejar de soñar.
Quiero seguir soñando.
lunes, 29 de noviembre de 2010
Debería estar estudiando,...
Últimamente pienso mucho en todo, sobre todo en mi vida, en qué voy a hacer con mi vida. En dos semanas vuelvo a España por vacaciones, un mes después vuelvo a Coleraine a agotar las dos semanas de residencia que tengo pagadas y… ¿a partir de entonces qué? ¿Vuelvo a España y busco curro allí? ¿Me quedo en Coleraine y busco aquí el trabajo? ¿Y si no encuentro curro en ningún lado? Son preguntas que están girando en torno a mí como satélites todo el día. Y lo peor es que no sé lo que quiero. Cualquier decisión tiene demasiados pros y contras y no soy capaz de decidir nada concreto. Por otro lado, pienso que lo que tendrá que venir vendrá me preocupe o no. Tal vez la decisión aparezca en mi cabeza una mañana sin más y sepa qué es lo que quiero hacer. Al final la decisión no la tomaré yo, sino mis circunstancias. No sé. En realidad es lo único que puedo hacer: relajarme y dejarme llevar, que es la única manera de disfrutar de verdad la vida.
martes, 23 de noviembre de 2010
Coleraine
miércoles, 8 de septiembre de 2010
tres días
En tres días dejo el país y me voy a vivir cuatro meses al culo del mundo. Dejo mi ciudad, dejo el calor, dejo a mi familia, dejo a mi chica, dejo a mis amigos... Dejo todo y me voy a Coleraine, un pueblo en la costa norte de Irlanda. Estoy convencido de que no lo he pensado bien y que cuando llegue al aeropuerto de Belfast me voy a dar cuenta de lo capullo que soy. Pero en realidad no me importa. Acabo de terminar la carrera y no tengo nada planeado de aquí en adelante, lo que venga será bienvenido. Tal vez durante estos meses fuera decida qué quiero hacer ahora con mi vida. Hasta ahora no me había parado a pensar. He dedicado cuatro años de mi vida a estudiar una carrera y ahora no sé qué coño quiero. Me empieza a apetecer tomar las riendas de verdad porque hasta ahora todo lo que he hecho ha sido casi sin pensar. Casi todo lo que he hecho lo he hecho porque "era lo que tocaba": universidad, carnet del coche... Me he dejado llevar por la corriente y no he pensado si de verdad estaba haciendo lo que quería. Espero volver con algo claro en la mente. Si no, seguiré improvisando como hasta ahora...
martes, 27 de julio de 2010
Todo va bien
Soy un sensible. En realidad siempre he sido un sensible. Recuerdo que de pequeño ya lo era y llevo más de veinte años viviendo con ello. Siempre he sentido una mezcla de nostalgia y calma que me resulta bastante agradable. Bueno, tal vez no siempre. A veces también me he sentido muy feliz y otras he tenido ganas de llorar. A lo que me refiero es que lo normal para mí es sentirme así. Es un estado que, a pesar de ser tan frecuente en mí, me sigue resultando algo extraño. Salgo a la terraza y escucho los grillos. Todo es tranquilidad. La calma absoluta lo inunda todo y me quedo absorto mirando el oscuro horizonte. Como cada noche, la negrura aparece salpicada por las luces lejanas anaranjadas de las farolas de la localidad vecina. El brillo que desprenden me hipnotiza. Es como si hubiesen estado siempre ahí, alumbrando el paisaje noche tras noche. No importa la época del año, en invierno también me pasa. Primero miro a través del cristal de la ventana y a continuación me pongo el abrigo y salgo afuera para sentarme en el tejado a mirar las luces lejanas de la noche. Tal vez lo que me gusta de ellas es que me han estado esperando siempre. Si tengo que estudiar hasta tarde sólo tengo que mirar hacia la ventana para verlas brillar. Si salgo da igual a la hora que vuelva, al regresar a casa podré salir al patio y mirarlas un rato antes de irme a dormir para sentir esa mezcla de nostalgia y tranquilidad que me hipnotiza y me hace pensar que en realidad todo va bien.
No es fácil
jueves, 1 de julio de 2010
miércoles, 23 de junio de 2010
el viajante del tiempo
-No tengan miedo –dijo al ver las caras de sorpresa-. Mi nombre es Ernesto y vengo del año 2163.
Ernesto les explicó que era un científico que estaba trabajando en los viajes a través del tiempo. Les contó la historia de cómo su nave se había quedado sin combustible, dejándolo atrapado en aquel momento de la historia. Cada uno de los habitantes del pueblo le ofreció cama aquella noche, todos querían tener a aquel viajante del futuro dentro de casa. Sin embargo, él rechazó cada una de las invitaciones, afirmando que debía estar junto a su nave cuando sus colegas fueran a rescatarlo en la nave de emergencia.
Los días pasaban y nadie aparecía en su rescate. Ernesto iba perdiendo la esperanza poco a poco, pero no se atrevía a alejarse lo más mínimo de su nave esférica por miedo a que sus compañeros no lo encontrasen. Y así pasaron los días, los meses, los años… El viajante del tiempo no volvió a salir nunca de la bahía. Fue perdiendo la cordura, al mismo ritmo que se deshacía de la esperanza, y murió solo, abrazado a su nave brillante, sobre la arena de la playa. Dicen que, con el paso de los años, los cielos han sido cada vez más frecuentados por esferas luminosas que aparecen en la oscuridad de la noche y segundos después se evaporan como por arte de magia. Tal vez se trate de los compañeros de nuestro viajante del tiempo en su búsqueda incesante o, quién sabe, del propio Ernesto en una de sus expediciones.
viernes, 11 de junio de 2010
El astronauta
There is a view that reaches far
Where we see the universe
I see the fire, I see the end"
sábado, 5 de junio de 2010
Nunca más
Cada día lo tengo más claro: no estamos aquí para sufrir. Los años pasan fugaces, a pesar de que nos empeñamos en seguir una rutina lenta y torpe que nos aleja de la felicidad si no aprendemos a controlarla. Tal vez la clave esté en ser siempre el dueño de los actos de uno mismo, o al menos en intentarlo. La calma siempre es necesaria, hay que aprender a afrontar la vida con paciencia, pero también es importante actuar en el momento adecuado.
Últimamente pienso mucho en las responsabilidades. Estoy empezando a aprender a no tomarme la vida tan en serio. Creo que ése ha sido mi problema en los últimos años: he intentado ser perfecto. Me estoy empezando a dar cuenta de que me he pasado más de veinte años preocupado por todo, en vez de pensar que el sufrimiento no sirve de nada. Ahora lo veo todo demasiado claro. Nunca más volveré a preocuparme.
jueves, 13 de mayo de 2010
Todos duermen
sábado, 8 de mayo de 2010
el verano
Eran las ocho y media y el sol comenzaba a descender. Entonces el barrio me pareció muy distinto. Todo estaba teñido de un color anaranjado y sonreí al darme cuenta de que casi podía tocar el verano con los dedos. Poco a poco fueron llegando a mi mente imágenes estivales del pasado y me contagié de la libertad que evocaban mis recuerdos.
Llegué a la puerta de la cafetería quince minutos antes de la hora acordada, así que me senté en el portón a esperarte. Pensé en nosotros. Por un instante llegué incluso a creer que vendrías, pero a las nueve y cuarto decidí dejar de humillarme.
El cielo estaba ahora de un color violáceo. Me subí al coche con el rostro entristecido y arranqué. Conduje hasta los acantilados y allí opté por bajarme a dar una vuelta. Me sentía como un idiota por ilusionarme tan fácilmente. Me senté sobre una roca a contemplar las olas y de repente el móvil comenzó a vibrar en mi bolsillo. Recuerdo que no te dejé formular tu excusa y lancé el teléfono al agua. Fue entonces cuando empecé a sentirme bien por dos razones: la primera era que a partir de entonces no volvería a dejar que nadie me humillase y la segunda que casi podía tocar el verano con los dedos.